Alta, blanca, rubia y delgada,
con un lunar justo sobre el seno derecho:
se exhibe sobre las gradas
de aquel pórtico mal hecho.
Una minifalda,
una colonia olor a canela,
y una blusa de esas
que dejan ver la espalda;
para atraer la clientela.
Diez, doce clientes en una sola mañana;
diez, quince brocas la revolcada...
¡Válgame Dios, pero si es la Juana!
La niña consentida de la plebada.
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