miércoles, 17 de febrero de 2010

ME GUSTA CUANDO DUERMES

Me gusta cuando duermes, y te aferras
a vivir eternamente atrapada,
en tan lindo vuelo, sobre las alas
del sueño y la alegría, mi dulce amada.

Y el observar tu carita angelical,
entregada a tan grácil devoción,
es algo mucho más dulce y celestial,
que el propio sabor de la ilusión.

Y ruego llegue tarde la alborada,
y que vivas por siempre encarcelada,
en el valle de los sueños sin final.

Me gustas cuando duermes linda niña,
me gustas porque sueñas con campiñas…
y de sueños tu vida, es un manantial.

MI PRINCESA

De labios rosa muy más dulces que la miel,
ojos cafés, mirada profunda;
blanca, perfumada de rosas su piel,
suave “cuan más no hay” su mano fecunda.

Linda en cantidad,
aun más que el cielo;
a pesar de su tenue frivolidad,
ella es mi más grande anhelo.

De sarcástica sonrisa
y mirada coqueta,
esa que la piel me eriza
al tenerla cerca.

La que en su apariencia muestra fuerza y dureza,
pero es frágil y sensible en cantidad;
y aunque es un tanto perversa,
siempre va vestida de divinidad.

¡Mujer divina! ¡umbral de mis flamas!
cuan abundantes son la llamas,
de algo que es más que pasión,
en este mi corazón.

¡HASTA DONDE HEMOS LLEGADO!

Un muerto en la esquina cada mañana,
hijos contra sus padres se levantan,
la abundante miseria cual río emana,
“cosas que a la gente ya ni le espantan”.

Niños en las calles huérfanos de amor,
las madres preñadas de infelicidad;
y nadie se da cuenta del gran dolor
que invade esta maculada suciedad.

¿Qué pasa?... ¿Qué diablos está pasando?
¡No vemos que nos estamos matando!
¡Que desgracia, hasta donde hemos llegado!

Nos ha invadido la ingrata ceguedad,
se apoderó de nosotros la maldad.
¡Que desgracia, hasta donde hemos llegado!

sábado, 13 de febrero de 2010

JUANITA

Tiene trece años y no juega con muñequitas,
la escoba y la cocina son sus juguetes.
¡Cuanto maltrata sus frágiles manitas,
para llevar a casa un par de míseros billetes!

Se le ve con frecuencia por las calles del barrio,
con un canastito, vendiendo ayotes y pitos,
junto a su hermana “la dulce Rosario”,
para llevar el pan diario a sus hermanos más chiquitos.

Su padre, “el muy desgraciado”,
se la pasa noche y día en la cantina;
y a su madre, el año recién pasado
le toco partir a mejor vida…

A pesar de cómo se le dan las cosas,
su rostro pinta una sonrisa,
y tras de sí, siempre viene una brisa
con olor a sueños, a esperanza… a rosas.

viernes, 12 de febrero de 2010

LA VENDEDORA DE LA CALLE TRES

Alta, blanca, rubia y delgada,
con un lunar justo sobre el seno derecho:
se exhibe sobre las gradas
de aquel pórtico mal hecho.

Una minifalda,
una colonia olor a canela,
y una blusa de esas
que dejan ver la espalda;
para atraer la clientela.

Diez, doce clientes en una sola mañana;
diez, quince brocas la revolcada...
¡Válgame Dios, pero si es la Juana!
La niña consentida de la plebada.